lunes, febrero 27, 2006

blanco

Anteayer hojeé un buen libro: un volumen donde viene Bestiario y Deshoras, lo primero y lo último de Julio. Un círculo. Me detuve en el "diario para un cuento". Estaba un poco sensible y se me metió hasta la médula, como la mayoría de las veces que lo leo a Julio.

Esta noche estoy aquí, página en blanco delante, tratando de tomar yo también distancia de algún personaje, por último distancia del texto para poder mirarlo de lejos, poner el pulgar de lado o de frente, medir, mirar con ojo agudo y crítico y salpicar una palabra por aquí, cortar una de acá.
Y, por supuesto y tratándome de idiota, no puedo.

Me pregunto igual que él, e igual que millones de veces antes de saber que también él se lo había preguntado, por qué escribir. Para qué someterme a este martirio de estar sentado frente al lienzo, la hoja en blanco, la pantalla -misma cosa- tratando de tomar la distancia imposible, de encontrar un buen motivo para escoger escribir a no-escribir. En mi caso, ni siquiera elegir escribir a fumar, leer o escuchar un disco, sino sencillamente a no-escribir.

Y saber que no hay ninguna buena razón, que se escribe finalmente por escribir, que todo lo que se pone en medio (hasta lo contado) son excusas para formalizar, para vender. Pero se escribe porque se escribe, se escribe para abrazar la eternidad o algo así. Se escribe para no chuparse en el vacío y desaparecer devorado por la antimateria. Es una aspirina metafísica, aliviol, mejoral, una huevá que restaura la existencia, o por lo menos tranquiliza por el momento.

Se escribe esto, pudiendo escribir otra cosa, para dejar la otra cosa para mañana y poder seguir escribiendo. Jugando a que esto es arte cuando en verdad es más parecido a un vómito, que vaya a saber uno si es también arte, pero las más veces parece que no.
Alivia, de verdad que alivia. Pero, ay, que en algún punto aparte ha de detenerse uno y entonces el abismo. El abismo, el silencio, o la huevá que sea. Es eso mismo, la muerte del cuento, irse a dormir. Haber llenado la página o el pedacito de pantalla y haber juntado un conchito suficiente de tranquilidad como para cubrir el camino de la máquina a la cama y abrazar a la mujer o a la almohada, y si no es posible entonces abrazar la realidad en vez de la eternidad, cerrar los ojos y dormirse antes que la realidad le escupa a uno en la cara una dosis de aniquilamiento de la que ya no pueda uno sobreponerse, y entonces tendrá que levantarse, cubrir de vuelta la distancia y llenar otro poco el espacio inmenso, terrible y blanco de la vida.

¿Pero hasta cuándo?

miércoles, febrero 22, 2006

desconcierto



Nos vemos allí.
Reservas: web de la Casa en el Aire
Mapa ubicación: web del Patio Bellavista
Difusión: [casatomada] en blog

O.

lunes, febrero 20, 2006

test político

Después de contestar un cuestionario that also tested my english, by the way, obtuve el resultado de lo que soy políticamente. Nótese en todo caso, que no existe en este mapa político el sector comunista. Le copié la idea a Jenny, de Colombia.
Ofertas de cargos públicos, subsecretarías (ministerios aún no, por favor),
déjenme un comentario en este post y los llamaré.

domingo, febrero 19, 2006

los débiles


Antes la culpa siempre la tenían (teníamos) los comunistas. Después, cuando por alguna extraña razón ya no todos los jóvenes eran comunistas, entonces la culpa la tuvimos los jóvenes. Derribado el mito del no-estoy-ni-ahí: ahora la culpa la tienen los milicos.

Es cierto, no digamos que lo mejor de la sociedad está en las Fuerzas Armadas, ni que el pasado inmediato propicia la mejor de las imágenes. No digamos que el ejército es una institución libre de corrupción, conflictos de poder o decisiones terribles que terminan en tragedias; pero más bien me da la impresión que es el chivo expiatorio de turno. Es el modo como la sociedad civil se lava las manos de sus culpas en el quiebre de la democracia. Si usted cría un león desde pequeño, dándole a beber sangre y alimentándolo con carne humana, y su león un día se come a su vecino antipático no puede usted echarle la culpa al león. O sea, digamos, sí puede; lo que no puede es eludir su responsabilidad e imputársela entera al felino. Es igual al dicho del cojo que le echa la culpa al empedrado de la calle.

De allí la mala fama y el interés por escudriñar más profundamente lo que huele podrido en el ejército, cuando bien sabemos que el olor viene de varios lados al mismo tiempo.

Yo no soy de la idea de hacer la vista gorda, creo que todo lo sucio debe limpiarse y que la verdad conduce a la libertad. Pero tampoco soy de los pesimistas que creen que el país está podrido y condenado por la corrupción, al menos eso queda lejos de mi experiencia más inmediata. Así las cosas, me parece que se hace un gran daño al sistema social cuando se deslegitima con esta violencia y por turnos a uno de sus subsistemas a la vez, lo que es muy distinto a mantener un legítimo y permanente cuestionamiento sobre todas las instituciones de la sociedad. Ayer los débiles fueron los comunistas, otro día los funcionarios de tal ministerio, otro los parlamentarios, un día cualquiera los curas, hoy día los milicos. Los débiles oficiales, digo, porque sabemos que los débiles siempre terminan siendo los pobres cuyas historias no salen en la tele, y de las que nos desvían la atención hacia los débiles-oficiales de turno.

A mí no me gustan demasiado los ejércitos y no habría sido milico, además durante mucho tiempo me dieron miedo, pero no compro este cuento de cómo los medios nos venden chivos expiatorios por turnos, y nos bloquean la posibilidad de hacer opinión pública, de construir la realidad desde la esfera pública, y no desde la imposición de los grupos de poder. Es cierto lo que dice Villouta en la Nación Domingo, comentando que los medios construyen realidad y citando que “los medios son espacios mentales que habitamos”, pero los habitamos amarrados.

De los medios escribiré más adelante.
Hoy, ojo con los débiles: los verdaderos, los falsos,
los próximos.

viernes, febrero 17, 2006

Payasos deconstructores


No todos los payasos me gustan.
Reconozco que hay algunos que me resultan muy interesantes. Y por ahí me habría encantado conocer al famoso payaso Piripipí del que habla Jodorowsky, y su canción del dinero que tocaba tirando al piso las monedas.

Ayer ví otro montón de payasos absurdos, de esos de chistes extrañísimos y reacciones inesperadas y me acordé después de mucho tiempo de este tipo de payasos, los payasos deconstructores.

Les digo así porque quiebran totalmente el esquema que nos armamos para entender el mundo y, al revés, parecen más bien empeñados en deconstruir los acuerdos que nos permiten hacer las distinciones. Ríen, ríen todo el tiempo, de un modo irónico o burlesco, y algo hay en sus caras pintadas que pegotea lo impegoteable, de manera que terminamos riéndonos de los terribles golpes que los payasos se dan, o bien terminamos siendo víctimas humilladas de un show para que se rían otros. Y lo aceptamos de buena gana, y hasta nos da risa. Terminamos ridículos, engañados y divertidos.

El absurdo nos confunde los códigos y con ello revienta nuestra capacidad para distinguir. Quizá por eso me gusta, porque ante todo mi espectacular despliegue de un aparato teórico lleno de distinciones entre una cosa y otra, entre lo que es y lo que no es, entre sistema y entorno, el absurdo es un punto en que otra vez todo concurre a la unidad y me hace polvo el seso. No hay subsistema que lo aguante, ni siquiera un “susbsistema del absurdo”, donde la distinción fuese el absurdo, pues se entrampa en la irregularidad de lo sin-sentido, que permanentemente cambia, como huyendo de una distinción estabilizante. Lo absurdo no elige con criterios, más bien señala siempre hacia todo-lo-demás, en ese sentido es una anti-contingencia, es el resto de las posibilidades que no se escogerían si se utilizara un criterio de selección.

El absurdo es lo más cercano a la plenitud de la libertad, a la ubicuidad.
Por eso me gustan los payasos, poderosos expertos en lo ridículo
y liberadores.

al sur del sur hay un sitio que está olvidado



Me vine al sur,
y hace bastantes días.
Por eso no se me ha visto.

Pero no he dejado de escribir,
empaqué el portátil y tengo en carpeta tres textos para los que pasan a respirar conmigo acá.
No los he subido, porque la interné es algo cara y lenta acá (por más esfuerzos que hace el microempresario) y porque primero tenía que comentar que estoy en el sur, y es tan rico todo acá.

Les dejo estas tres fotos.
La casa, el lago, el cielo.

martes, febrero 07, 2006

¿habrá champiñones en el cosmos?


Pregunta insolente a la luz de los descubrimientos astronómicos.

En todo caso el contexto de la pregunta es la década de los 90's, en una reunión de amigas en que están decidiendo qué hacer para la cena. En la esquina más cercana de donde se hallaban se alzaba uno de esos supermercados "Cosmos", hoy extintos en Santiago.

Ay, el lenguaje.
El lenguaje.

domingo, febrero 05, 2006


Todo.
Lo destruye todo.
El tiempo lo destruye todo.

Y es como cuando nos arrastraban tomándonos de los pies y tratábamos de agarrarnos al suelo, al pasto, al cemento, de rasguñar el piso para engancharnos en algún sitio donde el tiempo no pase. El kayrós, el estar y ser, el zen, la unidad, la totalidad. Dios.

Todos los días nos mordemos los labios, abrazamos a la mujer, escribimos como si se nos fuera la vida en eso. Y se nos va. Por no poder sostener este instante para siempre, porque el instante se nos cae de las manos y de los ojos. Se cae y se destruye.

No sabemos cómo es lo que viene después.
Sólo sabemos que lo que tenemos no nos soporta, que se nos cae de las manos
y que se hace mierda en el suelo.
Que el tiempo lo destruye todo.

Parce que le temps détruit tout.

jueves, febrero 02, 2006

No se oye (golpe tras golpe)

Tiene la boca cerrada que hasta llegan a doler los labios,
el inferior ligeramente mordido y la lengua apretada contra los dientes.
Está convencido internamente de que de sus labios no saldrá nada de nada, ni una sola palabra. Aún sin sus lentes ve claramente la cara de la profesora de matemáticas y la desafía con su mirada rebelde y su altura discreta de sexto básico.

En medio del mareo y el cosquilleo de la asfixia, el milico le saca la cabeza del agua, la profesora de matemáticas desaparece y él inhala sin abrir la boca. Tiene treinta y ocho años y bigote de mirista.

El milico le vuelve a meter la cabeza en el agua y la asfixia lo devuelve a los doce y la clase de matemáticas. El milico lo putea, pero dentro del agua no se oye nada.
Tampoco el milico le oye decir que no va a hablar ni cagando.

Separados por el agua, dos hombres callan.






miércoles, febrero 01, 2006

Santiago frío

Hoy amaneció helado.

Ayer había miles de millones de grados celsius,
y de pronto es como si nos hubieran trasladado a Valdivia,
pero sin mar.

Santiago helado es estar en un muellecito que se adentra en un lago de la décima región con las patitas en el agua que no se mueve.
Es el olor de los caminos que recorrí a pie entre Riñihue y Futrono, es la temperatura exacta del agua de la lluvia intermitente. Caminar entre los arrayanes y los coigües en la patagonia. Ver en el suelo un apurado tornasol con cachitos y agacharse a recoger un ciervo volante.
Es el olor a humo y a tierra fresca. El sendero irreconocible en el bosque.

Lo más entrañable es eso, que el sendero sea irreconocible y no haya más la obligación de seguir un camino. El bosque como una introducción al zen. Donde hay solo el instante, un camino por hacer, sin espectativas, sin búsquedas.

Santiago está helado y yo ando con sandalias y chaleco.
Y ganas de irme al sur.