viernes, febrero 20, 2009

Julio muere en Febrero



Hace varios días lo tenía pendiente y presente, y la deuda crecía como una tormenta o un hormiguero (silenciosa, amenazante). Hablar de los muertos es siempre crucial, nos jugamos en ello la vida que nos queda, la obligación histórica que después habrán de cumplir otros en favor nuestro, o en nuestra contra, dependiendo no tanto de quienes seamos sino de nuestra obra, del rastro de nuestras pisadas vergonzosas o geniales, aunque la mayoría de las veces más bien neutras.

Julio escribió y el crimen fue menor, como dice Lihn. Y no lo hizo para ser mejor ni para ganarse la vida, ni para atraer la luz sobre sí mismo o para inmolarse en la escritura como un mortal tatuaje o cicatriz. Escribió porque no podría no hacerlo, escribió por miedo a dejar de escribir, por deseo sexual, por hambre de ese pan y sed de esa agua. Escribió para seguir escribiendo, como un reflejo visceral, como parte de su metabolismo.
Escribió y al hacerlo se conectó con otros a los que antes ni sospechó, con el lector al otro lado de la novela; con ese hombre que, ahora que Cortázar ya está muerto hace años, lo lee y lo escucha y ve las pocas entrevistas televisadas. Y ve a ese tipo alto y fumador, de abrigo gris (aunque en esos televisores la realidad toda era gris) que habla y piensa, confiesa su miedo y su torpeza, su soledad, y sale del aparato una voz argentinofrancesa, una voz que no parece muerta y mientras uno lo oye es como si la muerte fuese solo un mito que jamás nos alcanza.

A través del tiempo escribimos y ponemos pasos y palabras en las huellas de Julio, miramos en la distancia su rastro entre nosotros, a Carol, y en ellos a Horacio, a la Maga, Talita, Francine y la polaquita, Manuel y Rocamadour, como un espejo o una foto familiar. Como una pista para buscar un sitio donde resistir y dejar el propio rastro que otro habrá de hallar.

Y así sucesivamente.



jueves, febrero 12, 2009

no lea esto



En el actual comercial del yogurt Next, de SOPROLE, se asegura que el producto es "0% libre de grasa", lo cual puede ser interpretado como que tiene una cantidad desconocida (y distinta de cero) de grasa. Aunque también se podría seguir que es pura grasa, puesto que lo único que yo conozco que no es en lo más mínimo libre de grasa es la grasa pura.
Que asco.

Lo que podría ser considerado un hecho aislado y ridículo, se ha vuelto un síntoma. Los mensajes contradictorios sobrepasan por mucho las expectativas de improbabilidad de la comunicación que yo tenía. Encabeza la lista el finado Pinochet con su célebre "no me acuerdo...pero no es cierto, y si fuera cierto, tampoco me acuerdo", desmintiendo o tratando de hacerse el loco (más bien, ambas cosas al mismo tiempo) con las confesiones de Manuel Contreras. Pero si uno quiere ejemplos de esta semana, mire usté a este niño Edmundo Varas, que cansado del acoso de la prensa hizo un escándalo al que la prensa acudió rapidito, y como se quería ir del país, le pegó a un carabinero y lo dejaron con arraigo nacional.


Apuesto que Edmundo es facho y toma yoghurt Next, mientras ve el homónimo programa en Mega y planea su próximo numerito. Así que el que dijo que era "un cabro humilde", por favor corrija este problema de las malas etiquetas.