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viernes, febrero 20, 2009

Julio muere en Febrero



Hace varios días lo tenía pendiente y presente, y la deuda crecía como una tormenta o un hormiguero (silenciosa, amenazante). Hablar de los muertos es siempre crucial, nos jugamos en ello la vida que nos queda, la obligación histórica que después habrán de cumplir otros en favor nuestro, o en nuestra contra, dependiendo no tanto de quienes seamos sino de nuestra obra, del rastro de nuestras pisadas vergonzosas o geniales, aunque la mayoría de las veces más bien neutras.

Julio escribió y el crimen fue menor, como dice Lihn. Y no lo hizo para ser mejor ni para ganarse la vida, ni para atraer la luz sobre sí mismo o para inmolarse en la escritura como un mortal tatuaje o cicatriz. Escribió porque no podría no hacerlo, escribió por miedo a dejar de escribir, por deseo sexual, por hambre de ese pan y sed de esa agua. Escribió para seguir escribiendo, como un reflejo visceral, como parte de su metabolismo.
Escribió y al hacerlo se conectó con otros a los que antes ni sospechó, con el lector al otro lado de la novela; con ese hombre que, ahora que Cortázar ya está muerto hace años, lo lee y lo escucha y ve las pocas entrevistas televisadas. Y ve a ese tipo alto y fumador, de abrigo gris (aunque en esos televisores la realidad toda era gris) que habla y piensa, confiesa su miedo y su torpeza, su soledad, y sale del aparato una voz argentinofrancesa, una voz que no parece muerta y mientras uno lo oye es como si la muerte fuese solo un mito que jamás nos alcanza.

A través del tiempo escribimos y ponemos pasos y palabras en las huellas de Julio, miramos en la distancia su rastro entre nosotros, a Carol, y en ellos a Horacio, a la Maga, Talita, Francine y la polaquita, Manuel y Rocamadour, como un espejo o una foto familiar. Como una pista para buscar un sitio donde resistir y dejar el propio rastro que otro habrá de hallar.

Y así sucesivamente.



viernes, mayo 30, 2008

se (te) parece

Es difícil saber hasta dónde los sueños
son un reflejo apenas divisado,
o hasta dónde sencillamente ofrecen
una mecanismo para vivir en lo imposible.
Tengo ciertos temblores
que me atacan a veces cuando no estoy atento.
Un olor me derriba: estoy abierto, como dice Bertoni,
cualquier cosa podría matarme ahora mismo.
(Ahora mismo algo me está matando, y no
lo sé, o lo sé poco)

En estos tiempos rápidos la poesía ocurre en la cabeza,
y es difícil alcanzar a abrazarla, todavía
peor llegar a asirla
y dar con la manera de escribir su contorno, su tendencia, su instinto;
pasa como en un sueño, como
un viento hecho de ciertos sonidos,
de ciertos coloridos,
que apenas se percibe acurrucado, seguro, tranquilito,
se esfuma.

También en eso todo
se
te parece

miércoles, abril 30, 2008

she's running away


Ahora te estás escapando,
yo no sé bien de qué porque nadie te sigue,
pero empezaste a huir hace unos cuantos días
sin que yo exactamente pueda o quiera parar_
te

Tu carrera es ante todo contra ti;
aunque sueñe contigo en unos trenes,
desos que surcan rápido las montañas de Kyoto,
trenes en los que el universo es otro y es el mismo.
Yo no sé bien
si abordar ese tren fue un poco darte alcance
o si es como reconocer que huimos juntos,
aunque sea por lapsos inconscientes y brevísimos. Te
empezaste a escapar
porque se te ocurrió como un reflejo
y nadie te seguía,
Pero ahora,
quién sabe.

lunes, diciembre 10, 2007

tudo se compõe e se decompõe

Uno tiene apenas parte de lo que quiere, y de hecho tiene parte de lo que no querría ni a palos. Y ni terrible ni nada, apenas motivo de constatación, los amores imposibles y las hermosas historias de amor conviven en uno mismo, la frustración y el éxito, miseria y gloria, afecto y asco.

Se vive en medio. Quien sostenga aspirar al éxito o sufrir el definitivo fracaso es decididamente huevón o miente.

E o homem que está ao volante nem olha pra trás... aperta os olhos, solta a fumaça e pensa: tudo se compõe e se decompõe.

martes, noviembre 20, 2007

volver a escribir



Necesariamente hubo que volver a leer, volver a unos poemas a los que no debe volverse, a una novela de Oé, a unas canciones, a unos correos que no deben volver a leerse. Todo eso fue primero.
Escribir fue respuesta. Como una posición que se adquiere invadido por un mundo interior y otro exterior que ya no más, y entonces queda escribir.
Única opción. Y cantar lo escrito, y leerlo o enviarlo, vendrá después; pero primero esa escritura como vómito, como secreción indecible de un humor que el cuerpo ya no sostiene dentro (y quien sabe si "dentro" es lo que habría que decir) y entonces, escribir.
Y es cierto que uno paga algo escribiendo, que se salva de algo, de sí mismo, que "ni la pobreza parece atroz ni el poder una cosa deseable", que uno se muere por su cuenta al escribir. Pero lo mismo se moriría uno si en lugar de escribir se sentara en una plaza a contemplar la propia muerte, si se arrancara uno los ojos de miedo, si se atreviera a llorar a gritos, a beberse varias botellas de whisky, si uno se enterrara un sable japonés en vez de un libro.

Y algunos lo hacen, pueden hacerlo. Felices ellos.
A mí no me quedó otra. Yo escribí.

domingo, septiembre 23, 2007

asirse



Mire usted esta neurona, dentro de su cabeza hay millones como esta, en contacto una con otra. Impensables seres eléctricos, organizados para responder a la realidad aparentemente inocua que le rodea: usted. Al fin y al cabo, no se puede mirar la realidad sin una dosis de feroz sospecha. Sobre todo cuando se constata que la propia realidad está llena de sobresaltos, de impredecibles, de surrealismos. No se puede vivir en la pretensión de que al otro lado del tejido baboso de la realidad no hay otros que experimentan el mismo desconcierto ante sus propias vidas.


Esto lo digo pensando en que hace unos días iba leyendo la realidad colgante (y que después ya no cuelga, sino que cae) de Manuel en el último libro de Simonetti, y levanté la vista al pasar frente al kiosco de diarios, para constatar que un congresista gringo había demandado a Dios por causarle daño a la humanidad con miles de catástrofes naturales. A continuación tomé esta foto y no pensé en esto hasta ahora: el equilibrio no es solamente un estado precario, sino imposible. Cualquier día un tarado se pasa una luz roja y nos vuelve una masa oscura. O bien, al revés, una masa oscura se pasa la luz roja y comienza a crecer y crecer dentro de, por ejemplo, su pulmón derecho. Pero incluso antes de éso, mucho antes; digamos, ahora mismo, percibe usted el frío de la tarde, la necesidad de comer, la sequedad de las manos (de esa parte de las manos donde se pliegan exhibiendo el borde de unos huesos alineados en lo que hemos llamado nudillos), la sospecha de que no solamente las cosas no se muestran en su totalidad, sino de que tal mostración es absurda, imposible. La sensación de que el misterio insondable es el aquí y el ahora, el dónde, el cómo. Y un como vértigo, y luego estirar las manos para penetrar el tejido baboso de la realidad y preguntar, ¿de quién es esta mano?, hallarla y asirse a ella como si nada más. Como si nada más.

lunes, julio 30, 2007

del otro lado



Es difícil para mí (iba a poner "imposible", pero quién sabe) no concebir la realidad como de dos lados, y cuando digo esto no me refiero a los típicos dualismos occidentales de los que de seguro estoy lleno, sino a una cuestión muchísimo más física (libro que viene antes del otro best-seller de A.). Digo, lados de la realidad concreta y corporal, unidos por cordelitos que los sincronizan, o algo así. Lados opuestos del calcetín que muestran derechos y reveses de las mismas costuras. Me acuerdo de H.: "sin embargo, te advierto que estamos cosidos a la misma estrella", aunque quizás a lo que estamos cosidos es al remiendo de una papa. Me acuerdo de M. y el niño ardiendo en fiebre que transitaba entre este y el otro lado del calcetín, donde las cosas seguían el orden del alfabeto en vez de esta distribución errática a lo Heisemberg.

Es difícil para mí no estar convencido de que estamos sobre una realidad plegada en varias partes, sobre todo cuando veo los hilos de las costuras de uno y otro lado, y me encuentro sincronías y coincidencias, y me parece poder palpar los cordelitos que ven entre un lado y el otro. Y a veces me dan ganas de darle unos tirones, a ver qué pasa. No solamente por si alguien responde (que lo hace), sino por ver si de pronto una inversión, un flip-flop o algún tipo de traslocación me lleva de frente a lo que siempre se me ha escapado, que sé que está allí. Pero dónde, cómo es allí.
No estamos solos.

PD: Se viene un concierto el 9 de agosto, a las 22:00. ¿Un concierto de qué? Déle una oída a estas canciones.

domingo, junio 24, 2007

volver a casa



"No es lo mismo estar solo que estar solo

en una habitación de la que acabas de salir" (dice L. y tiene tanta razón).

Y lo dice mientras uno está tratando siempre de aferrarse, de no soltar aquello que sin duda se va, se va, se fue. De no dejar caer esa como agüita que nos dejaron entre las manos y que vamos perdiendo de a poco todo el rato. Y cómo detenerlo, qué hacer para no sentir que con esto que se va (o que se queda, y es uno el que se va) se raja una parte de uno. Y hay siempre una ausencia reciente o inminente, un vacío al acecho, una habitación de la que acabas de salir; y también esta tendencia a seguirte por las calles, corriendo detrás de una sombra o una sospecha, doblando en las esquinas por un olor, por una intuición indispensable. Estas ganas de regresar, y un acceso de cordura y de resistencia voluntariosa que apreta el acelerador hasta el fondo para llegar a casa antes de que el tirón sea insoportable. Volver a casa y sentarse aquí donde siempre, volver a escribir con cierta angustia -como debe ser, pienso mientras lo escribo-, con vértigo, con participación de tripas. Y esta vuelta trae otra vez los fantasmas y las sombras que siempre han estado al acecho de mi escritura, que babean literatura encima de todas mis pertenencias. Es de noche y hace frío. Como siempre, siento que esa como agüita se-me-arranca/se-me-arrancó entre los dedos y hasta entre las palmas. Sentado aquí escribiendo, sé que esta angustia por la habitación vacía es mi modo de tener miedo y de volver a casa.

jueves, mayo 31, 2007

porque escribí

("Pero escribí, y me muero por mi cuenta
porque escribí, porque escribí estoy vivo" L.)

Puede haber sido la lluvia. Sí, seguro que fue la lluvia, y caminar debajo de ella (de la lluvia) como una sombra contenta, como una sombra. En las orejas Luar na lubre, en una mano el bolsillo y en la otra el maletín de cuero. En la cabeza la memoria fresca de la historia confusa de Julián y su espera (y sus árboles grandes y chicos), y la recaída en la psicosis infantil de sentir la propia vida como un relato, un relato ajeno: caminar hacia el metro -debajo de la lluvia- como una sombre contenta, como una sombra. Sobre todo, resulta tremendo saber, de pronto tener la certeza (aunque sea una certeza chica y antiquísima, siempre la misma) de que uno es más confuso y menos urgido que la otra gente del vagón, que la solución a esta angustia que uno trae apelotonada en la garganta (y su causa) no es el estrés -que lo hay-, ni el cansancio, ni la incertidumbre. Saber (y aferrarse a esa rama del árbol chiquitito) que la enfermedad es no-escribir, que uno está pálido, triste y cagado de frío porque hace tiempo que no escribe, y no se puede vivir así. Y ahora mismo, saber que mientras se escribe también se está cagado de frío, y un poco triste, y un poco pálido, pero es otra cosa. Una manera absolutamente distinta de estar igual que antes. Seguro que la lluvia (los cordelitos de agua) tiene que ver, y mañana en la mañana cuando camine otra vez por los mismos sitios voy a ser una sombra menos contenta y más oscura, una sombra que escribió.

martes, febrero 20, 2007

en el cubo, la novela

(reporte desde el sur)


Escribo y escribo, como tratando de que no se me escape lo que se me -inevitablemente- escapa. Escribo tratando de asirme a través de la novela al universo material, o por último de asirme a mí mismo a través de la novela, y es atroz saber absolutamente todo el rato que se-me-arranca-el-yo-mismo, que me-me-arranco. Sombras de gente que conozco y que desconozco aparecen en el relato como fantasmas, como resacas de realidad: gente de otras novelas y gente de la novela esta, en la que estamos descritos escribiendo. Es una cosa bien rara todo eso de estar descritos escribiendo, que es como que se concilien los conjuntos con sus respectivos subconjuntos, que volviendo al origen se vuelvan a conciliar. Que se reconcilien. Un pedazo de novela:


Sonó el timbre y la cara de Antonia apareció un poco ovalada cuando Julio la vio por el ojo de la puerta. Él abrió y Antonia apareció sentada en el sillón blanco, preguntando entre otras cosas qué tal, cómo va la vida, cuéntame algo, qué hiciste hoy. La verdad es que no mucho, fui a ver a Valdivieso por un dolor de guata, me puse a llorar como un idiota en el hall del hospital y no me acuerdo de mucho más, creo que después de unas horas se aburrieron de mí y al final me trajo la Magaly en auto hace un rato. ¿Quién es la Magaly? -los ojos de Antonia se clavaban en los de Julio y él estaba paralizado-. Mi secretaria –dijo, soplándole la chasquilla-, no seas celosa (ahora mismo estaba pensando en que se parece bastante a ti). La verdad es que no había en ello ninguna novedad, de hecho podría decirse que todas las mujeres que había amado, y en general todas las mujeres que siquiera habían captado la atención de Julio podían resumirse en Antonia y su chasquilla, su manera de dejarlo plantado cuando él se había deshecho de todos los compromisos formales para verla y, por supuesto, también la manera como lo miraba a veces con una profundidad que a Julio le parecía pura poesía y que a veces venía a dar a la boca de Antonia que le encajaba alguna de esas palabras sencillas e infantiles, dejándolo con la costilla izquierda herida mortalmente. Antonia nunca escribió más de una que otra carta (no le gustaban los correos electrónicos, y siempre le ponía muchísimas estampillas a los sobres), lo suyo eran más bien las artes visuales, pero cada uno de esos objetos anacrónicos y pesados por la cantidad absurda de estampillas estaba lleno de una poesía aguda y sencillísima, dispuestas las palabras en los renglones de una manera que sugería un ritmo propio y con una letra pequeña y asombrosamente parecida a la suya, como siempre.

jueves, febrero 15, 2007

cielo


Llegar y saber que todo el mes ha hecho un sol espléndido y calor tremendo, que no pinta llover, y comentar que uno viene al sur para eso, para que llueva. Lo mismo con haber estado intentando escribir otra vez, tratando de abrir la llave de la escritura para que algo moje mis pies. Ahora estoy escribiendo y lo hago porque no se puede no escribir cuando efectivamente afuera llueve, cuando se abrieron las llaves y llueve agua y letras encima de mis pies, y de mis hombros y de mi cabeza, y del Calafquén entero que se recoge en torno a cada una de las gotas que caen sobre él y hacen figuras en el agua en forma de letras, una en forma de A y otra en forma de C; más allá, lago adentro una con forma de P y una R se entrelazan en un sonido delicioso. No se puede no escribir. Se abrieron las llaves y para eso fue necesario que el cielo se cerrara en una muralla impenetrable, se apretara y empezaran a escurrir como de sus entrañas las gotas que había estado esperando beber todo el año. Uno mira y me acuerdo de una canción horrible de Badi-Ríchar, de la que me sé solamente una palabra, e imitando la voz de Guaripolo respiro la lluvia, el frío, las palabras y canturreo: Cielo.

viernes, enero 05, 2007

el cronopio se dedicará a ser razonable

Hasta que un día la lupa le revele su límite (el de la lupa), y se dé cuenta que no es una cuestión de aumento, sino de profundidad. Entonces se acordará (te-acordarás-me-acordaré) de lo lindo que se sentía todo con los ojos cerrados y tocarse las caras lindas y jóvenes, y lo lindo que era siempre andarte como buscando, por los pasillos de esa facultad siempre ajena, también eventualmente en la capilla o en los alrededores de la librería. Que las cosas estaban puestas allí para que chocáramos de frente contra ellas y nos matáramos de la risa. Y probablemente también se acordará (te-acordarás-me-acordaré) de lo ingenuas y tristes que eran las primeras canciones y los primeros poemas con los que se inauguraban mis manos de sexto básico. Se acordará (te-acordarás-me-acordaré) de que lo primero que amó fue un olor y una voz, mucho antes de amar el cuerpo o el rostro de alguien. Un olor y una voz que siguieron volviendo bajo formas diversas, como splicing alternativos del mismo código. No será la lupa la que se lo revele, sino la torpeza de la lupa, y verá a través de ventanales mojados que todas las mujeres de su vida lo esperaron, y que fue tan lindo que lo esperaran, con sus manos abiertas, o juntas, pero fundamentalmente esperándolo con las manos. Tan lindo es, que cuando cache cuán lindo se preguntará en qué rechucha estaba pensando y botará la lupa al suelo. Y después la recogerá, eso sí, porque 1. se acordará (te acordarás-me-acordaré) de los incendios forestales y 2. porque es bueno el cilantro pero no tanto.
De lo que no cabe duda es que sentirá nostalgia (y no será una nostalyía, sino la otra palabra en portugués) y se moverá esa tarde por las calles como un objeto verde y húmedo, y estará bien.
Ese día, el día de la lupa, será martes y habrá estado lloviendo toda la noche y toda la mañana. Como a las 4 de la tarde se asomará un sol tímido y las temperaturas serán difícil de definir, sobre todo para él que carecerá de termómetro y otros dispositivos por el estilo.

sábado, diciembre 16, 2006

artesanías

F. hace artesanías y las vende en una feria que también es artesanal, cerca de Bilbao con Tomás Moro. Parece que hace joyas, pero eso no me lo dijo. Me acuerdo de S., que hace anillos, aros y colgantes de plata y oro, a un poco más de tres mil kilómetros de mi casa (y también los hacía a principio de año cuando vino por unos meses). F. es estudiante de algo con arte, S. es artesana-artesana y de la ingeniería civil que empezó a estudiar queda apenas un diferencial. También estoy yo, que llevo toda la tarde haciendo artesanía sonora: inventándome técnicas para que la grabación suene como yo quiero que suene, y comunique algo así como una cosquillita o un tirón en la guata, misma cosa que F. y S. hacen con agujas y con plumas de pájaros colorinches.
La tarde está fresca y yo en el patio interrumpo una artesanía para iniciar otra, carezco de un plan y por eso no soy verdaderamento un artista o artisto, sino apenas un artesano que escribe textos y canciones. No exactamente al mismo tiempo, pero casi.

martes, noviembre 21, 2006

en algún lugar

En algún lugar del mundo una persona está escribiendo con letras blancas sobre fondo negro, alguna está quizás tratando de olvidar la pena que siente, controlando la rabia empuñando las manos y los labios (clavándose las uñas y los dientes).

En otro lado también hay alguien junto a una ventana trabajando, y es también de noche y pasan de esas mismas micros y por su ruido puede adivinarse si son blancas con verde o amarillas. Hay un lugar en que también faltan diecinueve minutos con cincuenta para cambiarle el medio a la placa, y en el que también alguien se distrae pensando en la posibilidad de un otro.
En un lugar de oriente hay una pintora que todavía llora como si tuviera dieciséis: se quedó atrapada en el bolsillo del kimono del tiempo. No ha cambiado nada, y eso ocurre mientras Kawabata se atraviesa un libro de Bertoni en las costillas. En un lugar del norte un músico escribe una carta al amigo imaginario de su infancia y se dispara un escopetazo en la boca.
Otra mujer aparte de tí también lo confundió todo, también desconfió, también temió y decidió cerrar los ojos, las manos y la boca.
Al mismo tiempo que yo, también alguien está pensando en el eterno retorno, como cuando Nietzsche y Kundera, y decidiendo que no hay vuelta que darle. Que todas las cosas del mundo están pasando ahora mismo. Y que mientras allá abajo pasa una micro amarilla (y yo lo sé por el sonido), al otro lado de la ventana el sabor a pólvora que siento en la boca es el mismo que el que inunda las calles de Seattle después del escopetazo.
En algún lugar del mundo alguien tiene miedo, ya no de otros, sino de sí mismo. Y a pesar de que ese alguien no soy yo, tenemos todavía algo en común:
estamos solos.

martes, octubre 24, 2006

no pasa nada

Al final no pasa nada, o digamos que al final pasa lo de siempre.

Parece que lo que importa es el entremedio.
Escribo la historia de un olvido como si fuera mía, como si fuera mío (la historia, el olvido), y el final de mi novela no encierra ninguna novedad ("niún-brillo"), más bien se pierde como con fade-out.
Hubo una época en que todas las canciones terminaban con un coro que se repetía hasta extinguirse (y yo siempre subía el volumen para saber cuándo terminaba exactamente la canción) y había una total ausencia del concepto de tan-tán que hoy exijo al escribir. Y esa huevá es igual que la vida (1. al final no pasa nada, 2. se va con fade-out, 3. lo que importa es el entremedio)
Escribir la historia de un olvido (míos ambos) que simule la vida.
Y encontrar una manera de terminarla bien,
o encontrar una manera de terminarla.
Y encontrar una manera,
y encontrar.

viernes, octubre 13, 2006

chove en Santiago

Chove en Santiago
na noite escrura,
herbas de prata e de sono
cobren a valeira lúa.

El invierno ha vuelto, un segundo capítulo muy breve, solamente para venir a abrazar a quienes no nos conformábamos, a los que sufríamos. Lluvia de enroques, me cambiaste la alergia por alegría. Nunca dos letras hicieron tanta diferencia. G.L. -otras dos letras- en la memoria de estos versos, música de Luar na Lubre. Llueve en Santiago.



foto: chove en Santiago, de un blog alemán

jueves, octubre 12, 2006

meli ñadki

[otra vuelta de tuerca: un tayer for cats, antayer 4 cats, antayer Q.atro gatos.
He aquí el famoso poema: meli ñadki]


Uno, arañ
a el espacio que sostiene su cuerpo
como si tratara de escaparse,
de romperse, _________de irse,
de partir, de olvidarse de los límites (si los hubo o los hay)
Rasguña los andamios,
rasga el amnios que contiene su ser
y rompe en llanto.
Otro, maulla en do sostenido menor
gracias a sus oídos prodigiosos;
reconoce en los ruidos de la calle una música tensa,
a punto de romperse,
y si se rompe, calla (paga), y se queda mudo siempre,
o casi siempre.
Un tercer gato explora las posibles fronteras que tiene el ancho mundo
y va meando las puertas de las casas
que reconoce como sus hogares fiijos o transitorios,
y una vez concluída la tarea
va a hacerle compañía a un cuarto gato situado justo en medio
de algo.
Él es un pobre gato paralítico de corazón, enfermo

de depresión endógena y de cálculos
que producen un dolor descomunal al mear
y por eso no tiene hogar alguno.
Sencillamente, guarda ahí en el medio su posición estática (estratégica)
y acumula dolor
para vencer la puerta de la muerte y matarse.

Cuentan que el que se encuentra simultáneamente con ellos
recibe unas llamadas extrañas y una carta
con cinco pepitas de palta (una encomienda)
y luego muere sin grandes aspavientos,
de viejo, de suicidio,
o de tristeza.

miércoles, octubre 11, 2006

un taller para gatos

Iba escribir hoy un poema que hice ayer en la noche (meli ñadki), pero en vez de eso mejor enunciar la extraña idea de un taller para gatos (entiéndase gente-gato: gato, peligro de muerte, perversión de la siempreviva) Que viene a ser que hagan efecto la suma de: el disperso día laboral + escuchar a la Javiera Mena (con Prissa o en cámara lenta, es ella misma) + la idea circulante de este taller for cats. But if i write "taller", everybody gonna think too high, and i'm not trying to say so. Así que le diremos tayer for cats. Y dejaremos el poema sobre los meli ñadki para mañana. Porque ahora me tengo que ir a la Batuta a ver a Quique González con novia-Ber. Me dijo la Mariana en la mañana que también estaba invitado el Manuel García, y tanto mejor, a ver si nos tomamos algo después del concierto, no sería malo. Con la Ber seríamos 4. A tayer for cats. Tayer 4 cats. Cuatro gatos.


Bonus Post-scriptum: He aquí Javiera Mena

lunes, octubre 09, 2006

abierto

Hay que andar atento en estos días para no perderse ni un bolsillo de la realidad (que está llena de bolsillos y de costuras), para buscar el disco de la Florencia Lira, para entender la performance de Mostro en el hotel Echaurren en la medianoche de Valparaíso. Para leer los saldos positivos, para escuchar el disco nuevo de Drexler y después escribir, y que verdaderamente el verso sea como una ganzúa para entrar a robar de noche al diccionario a la luz de una linterna sorda como tapia (como muralla, o Tapia como don Hildebrando, de Lago Ranco, que tampoco escuchaba mucho) Hay que andar atento, abiertos los cinco sentidos, los Q.atro gatos, las tres heridas, los dos ejes y uno. Abierto también, arriesgado a morir aplastado, de un ataque de pánico, de tránsito, de lírica. A manos de un lapón, del pensamiento de un lapón, o de una navaja de afeitar. Pero, es cierto, tampoco se puede vivir de otra manera.

sábado, septiembre 30, 2006

Ahora sí

Llegué tarde (casi siempre llego tarde), así que tuve que esperar casi una hora, pero no me importó porque no me iba a perder la oportunidad de esta vez sí subirme por la escalera empinada y cortita, tres escalones, mochila, maletín, guitarra. Asiento 50, segundo vagón. Ahora sí voy en tren, y cruzo los territorios de mi infancia, y este tren es al mismo tiempo el tren en que viajábamos con mis papás y mi hermana guagua a Río Bueno cuando mi hermano todavía no existía, es el tren que se descarrila en último libro de l.c.d.N, es el tren de los campamentos scout, es el tren de nueces para el amor y el de la canción de Drexler (“mira, sho aquí me bajo, sho dejo el tren en esta estación…”) Este viaje es un signo: las cosas pueden hacerse mal, más o menos, o bien. Yo las hago, primero más o menos mal (me fui en bus, pudiendo irme en tren) y después casi bien (vuelvo en tren, una hora de retraso pero en tren) Aprendo tarde, pero aprendo. Curiosa plasticidad la de mi sistema nervioso. Y así con las neurociencias.



(foto: "tren de madrugada", Diego Manuel)