domingo, diciembre 10, 2006

el dictador y la muerte

Como corresponde a las ocasiones importantes, B. fue mi antena a la realidad. Igual como cuando se supo el resultado del cónclave en el Vaticano y en el teléfono me dijo "Ratzinger es Papa", ahora me dijo "¿Estás viendo las noticias?, se murió Pinochet. Hace una hora". La historia se anda torciendo para todos lados como una culebra.

No estoy contento, no tengo ganas de celebrar nada. Me alegro por quienes estaban esperando que Pinochet se muriera, pero en lo personal, más bien siento tristeza por la muerte de este viejo miserable, porque junto con reconocer que tengo pena, tengo que aclarar que siempre he pensado y pensaré que cuando hablamos de Agusto Pinochet, hablamos de un viejo miserable, que no puede ser recordado sino como la cabeza de uno de los tiempos más tristes y oscuros de la historia de Chile. Es posible que esta sea precisamente la causa de mi pena: la muerte como fin, como término. Me da pena que un hombre, aunque sea Pinochet, se acabe, se cierre, se pudra. Me alegro en paz con la muerte cuando pienso en hombres que pasaron por la vida haciendo el bien, pero me da esta pena negra cuando quien se muere es este viejo de mierda.

Esa es la primera capa. En la segunda capa siento una especie de vértigo. Puedo percibir en el aire que la historia se dobló, se torció, y que no es posible imaginar la complejidad de las consecuencias de la muerte de Pinochet. En un tiempo en que los bloques políticos de derecha despreciaron al dictador y se alejaron de él, y en el que uno a uno sus partidarios fueron haciéndole la desconocida a las presiones civiles que lo llevaron a tomar el poder, el viejo se murió en una soledad horrorosa. Rodeado solamente de un exiguo grupo de fanáticos fundamentalistas y de delincuentes emparentados. Con 300 querellas y varios procesos en marcha no solo por responsabilidad criminal en violaciones a los derechos humanos, sino por una corrupción decididamente flaite. Ahora que ha muerto y está todo en la superficie otra vez, el juicio de la historia empieza a ser evidente, mayoritario: ¿cómo se hará cargo la derecha de su responsabilidad en el rol histórico de Pinochet? Me atrevería a decir que cuando las señoras gritan afuera del hospital militar que el general fue traicionado y que es un mártir, no hablamos de los juicios, ni de lo que piensan las izquierdas, sino de la herida que se abrió en la oposición. Si Pinochet es un mártir, lo es a manos de la derecha que lo puso al frente de Chile y después lo dejó solo.

¿Qué van a hacer los Piñeras y demás derechistas que hacían guerra en los medios contra Pinochet, pero que le agradecían todas las noches por haberles cuidado este modelo económico con el que se hicieron millonarios?, es fácil hacer pedazos al huevón cuando ya te hiciste millonario con las ventajas que te dio, ¿no?

Este es el día en que murió Pinochet, se ondula en torno al calor de diciembre toda la historia de Chile y, alucinado por el calor del cemento hirviendo, veo pasar volando ediciones de los libros de historia (la trutruca, Frías-Valenzuela, Villalobos) que se lanzan en picada contra manifestantes de uno y otro lado. Esta tarde extraña y surrealista me uno a la oración que debe estar intentando un confundido Lavín, para que Dios reciba en su misericordia incluso a este viejo chuchesumadre, que aligere el dolor de quienes lo amaron y que nos sacudamos el odio.

Al fin y al cabo, para bien o mal de la justicia, este señor ya se murió y se acabó esta huevá.
Se seguirá investigando y ya no habrá Pinochet para meter a la cárcel, morirá en algún momento la última vieja fundamentalista, morirán Cortés Villa y Pérez de Arce, y no habrá uno solo que valide la matanza y la prepotencia impresentable de la elite y los milicos en los 70s.
Ahora es el momento de reorganizar las posiciones políticas, de que se quiebren la Alianza y la Concertación, y los partidos de agrupen con honestidad en núcleos naturales. Ya no hay Pinochet para estar a favor o en contra, solo está la historia trágica de la dictadura militar y la pena pasajera por la muerte de este viejo miserable, así que ¿qué va a hacer usté ahora?

4 comentarios:

Florecita Rockera dijo...

A no dejar que se repita la historia.

Anónimo dijo...

Hola Oscar, soy el Lepo. Primero que todo gracias por la invitación a tu cumpleaños, no fuí por razones que no me acuerdo y que en realidad no vienen al caso, lo que sí, FELICIDADES!
Voy a dar una visión acerca de lo que podría pasar de ahora en adelante en este país. Yo siempre ví a la sociedad chilena odiándose sin una razón, de hecho el odio no nace de la razón sino de las víceras, de la necesidad extraña de unirse a un color por necesidades, vacíos personales o de un puñado de gente; ese motivo sin duda era Pinocho, el fué y es aún después de su ida la cara presente, visible de tal división, en definitiva, es la cara de la odiosidad, es por eso me alegro más que cualquiera, no por el hecho de que se murió un viejo canalla, ladrón, matón, etcétera. Más bién me lleno de dicha porque la imagen de este tata se va ir diluyendo con el pasar de los segundos y con él se morirán como dices tú, las viejas y viejos pinochetistas. En conlusión espero que las generaciones que en cierta forma no tienen nada que ver directamente con la desagradable época que le tocó vivir a cientos de miles, se les prenda el farol y que de alguna u otra forma asimilen que Pinochet no llevó a un buen fin a esta parte del mundo, que en realidad para la paz no sirve el dicho que dice "para hacer tortillas hay que romper huevos", por lo menos para mí, la humanidad no es una tortilla, es más compleja que eso, :D y que el odio engendra más odio. Chao Oscar cuídate!!!

Marcelo dijo...

Gracias, Lepo, qué gusto tenerle por acá.
Coincido en casi todo, aunque creo (y temo) que no basta con la desaparición del símbolo Pinochet, eso es muy simplista. Porque si bien el viejo era un chuchesumadre de primera, él fue lo que fue debido a que hay chilenos que creen que sus intereses están por sobre la justicia y la soberanía del pueblo, ellos son los que chantaron la economía en el 70 y la volvieron a dejar correr el 74, ellos inventaron a Pinochet y se llenaron los bolsillos y las panzas de plata. Siempre es bueno que un huevón tan nefasto ya no esté, pero no se acaba en él ni en torno a él, sino en la medida que los poderosos maleantes que lo diseñaron a medida sepan que para el pueblo esa huevá es impresentable y que no vamos a dejar el país en sus manos nunca más.

Eso es lo que creo poder agregar.
Un abrazo,

O.

Antona dijo...

Le alcanzo la muerte,pero no la justicia.
VIVA CHILE LIBRE
Nunca mas dictaduras
salu2