A una cuadra de mi casa está oscuro, se fue la luz hace horas, o digamos que la echaron. Al menos a la luz eléctrica. En todas las esquinas hay fogatas, esto a media cuadra de mi casa o menos. La luz de las barricadas deforma todos los semáforos apagados, todos los paraderos de vidrios quebrados, todos los viejos tristes y los cabros que corren tienen apariencia como de fantasmas. Y quizás sea cierto, son un poco fantasmas. Cada tanto se oyen balazos a lo lejos, mientras yo me pregunto para qué, pero antes, mucho más rápido, me pregunto contra quién. Y me da una pena negra, como de luz cortada y con fogata que se apaga, negra como humo de neumático. Con esa pena puntual (y escribo "puntual" y suena un balazo) y acotada, suben a la superficie todas las otras penas-del-once: tristeza inconmensurable, cuerpos echados al mar, simios ebrios de armas disparando contra el hombre. Pena negra, ya lo digo, y paso frente a las fogatas para llegar a mi casa. Con esta historia rajada por el medio, abierta y hemorrágica no hay literatura que resista, no hay.
lunes, septiembre 11, 2006
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3 comentarios:
anda inspirado el cabro
mas pena da ver que sigue sucediendo y que no se detiene.
besos y abrazos!
a una cuadra de mi casa no pasó nada, podría no haber sido 11... gracias por el haikú, me sonó conocido el cajón, saludos, c.
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