Cuando pienso en que alguien no entendió lo que quise decir, en que nadie sabe lo que realmente busco y quiero. Cuando me doy cuenta de que uno está bastante solo y bastante malentendido siempre, mirado de lado, como con sospecha. Cuando me desespero en busca de señal que no llega, por la mierda y ahora qué hacemos, como encontramos el camino pa' adelante o de regreso. Cuando siento que también Dios como que se me arranca por mi negligencia de Adán, de adolescente, de carne molida.
Entonces me acuerdo de Beckett.
Samuel frente a la vida, frente a la muerte, frente a la incomprensión, o al menos a esa sensación de misterio nunca develado en totalidad.
Samuel en frente de Dios: cara arrugada, ojos claros hundidos, fondo negro.
Y me doy cuenta de que no sólo no somos los únicos en sentirnos un signo indescifrable, un código secreto, que no sólo no somos los únicos incomprendidos sientiéndonos un objeto que no se entiende.
Sino que además me siento un poco acompañado.
Y es tan bueno.
Entonces me acuerdo de Beckett.
Samuel frente a la vida, frente a la muerte, frente a la incomprensión, o al menos a esa sensación de misterio nunca develado en totalidad.
Samuel en frente de Dios: cara arrugada, ojos claros hundidos, fondo negro.
Y me doy cuenta de que no sólo no somos los únicos en sentirnos un signo indescifrable, un código secreto, que no sólo no somos los únicos incomprendidos sientiéndonos un objeto que no se entiende.
Sino que además me siento un poco acompañado.
Y es tan bueno.
7 comentarios:
Solipsismo, lo conocemos porque sabemos que otros lo comparten. Así es.
Un abrazo,
Andrés
Tengo que escribir unas palabritas más, ahora sin sueño y más temprano.
Esa sensación que tienes nos evoca al resto de la humanidad en términos ontológicos, nos evoca una especie de solidaridad ingenua, cuando somos incomprendidos, incluso por nosotros mismos, y tratamos de velar trasfondos inasibles. Y a veces es sólo la distancia del otro que no podemos velar, una palabra, una sensación, que naturalmente no es compartida, sino que sólo el otro le pone la misma palabra a algo que vaya a saber uno qué es.
Me recuerda la idea de que nada ocupa el mismo lugar en el espacio. O el maravilloso fenómeno de cachar que una huevá (cualquiera, desde un caballo hasta una tijera [o un paracaídas, o una juguera]...) nunca se nos presenta en 360 grados, o en toda su extensión. Siempre hay -en todo- un misterio no develado en su totalidad, como dices.
Y lo hay en todo, creo, en todo.
Un abrazo,
Andrés.
nothing to be done, le dice Estragon a Vladimir y sin embargo, la espera, siempre la espera y esperanza... saludos, c.
Sin duda, que en nuestras (des)esperanzas y (des) encuentros, casi nunca estamos sol@s, casi siempre está el sentimiento compartido por algún rincón, esperando la compañía...
Soledad y búsqueda van de la mano. Después habrá tiempo para encontrarse. ¿Te imaginas siempre teniendo certezas? Ya todo se habría acabado.
Un abrazo
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