jueves, mayo 25, 2006

Apuntes sobre Dios


(una volada teórica...)


¿Será Dios un sistema?

Acaso el más inclusivo de todos los posibles. Un sistema cuyos elementos son operaciones, que distinguen otros sistemas, y en ese sentido quizás una especie de sistema de sistemas. Un sistema autopoyético, digo, cuyos elementos constituyentes son operaciones, y precisamente –por autopoyético- causa suya y de todo sistema.
Acaso un sistema cuya operación que lo distingue del entorno es amar, tal que es ese su sentido y el criterio operacional que selecciona sus elementos.

Un sistema autopoyético de esa naturaleza se comporta como un organismo, de modo que el resultado de ello sería un Dios persona, cuya esencia es puro verbo (sus elementos son operaciones), acto contingente cuyo sentido es amar, no hay amor posible fuera de Él. No puede sino amar, pues es esta la distinción que lo realiza.
Dios causa suya y creador de todo verbo, y por extensión de todo lo que existe.
Sistema hermoso y total, cuyo dominio de posibilidades es todo acto.
Omnipotente, omnipresente, omnisciente.
No ilimitado, sin embargo. Limitado a los actos en que se ama, y precisamente por eso, capaz de todo. Y por eso existente, por denotado.

Incognoscible de manera directa.
Improbable, pero posible.
Suponer Su existencia es un acto de fe, un salto a la nada.

Pero, ¿y suponer este sistema?

viernes, mayo 12, 2006

de cuerpo presente

("the embodied mind")



¿dónde hallar las preguntas adecuadas
y los medios más lúcidos para hallar sus respuestas?

“Volver a las cosas mismas”, citabas a Husserl. Tantas veces me he acordado de ti en estos años de buscar respuestas con medios adecuados e inadecuados, he intentado dar el paso atrás y mirar el fenómeno para que hable con su propia voz, sugiera un método, una técnica para agarrarlo y comprender cómo, dónde, para qué.

Hacerme estas preguntas es volver a la pieza de mi viejo hace cinco años cuando me dijo que te habías muerto. Había como una complicidad en eso, él entendía que la noticia de que te morías era causa de una tristeza inmensa, y que esa tristeza inmensa ante la muerte volvería en unos meses al evocarlo a él mismo. Sabía que casi no hablarían de ti en las noticias y supo que se había enterado solo para mí. Es como cuando Bertoni bajó a comprar empanadas en Providencia, entró a una iglesia y se encontró con el cadáver de Rodrigo Lira adentro de un ataúd. Redes tejidas para atrapar momentos negros como túneles. Casualidades sucias y malditas. Café que no nos tomamos porque no alcanzaste a venir otra vez a Chile.

Yo también lo busco, Pancho, yo también quiero encontrarlo. Lo que sea que haya ahí, en el cuerpo animado por la vida, en el cerebro rebosante de actividad eléctrica y de circuitos. Yo también quiero saber, y me pregunto todas las mañanas dónde está, cómo funciona, cómo hallarlo. También me pregunto qué habríamos hablado en ese café que no alcanzamos a tomarnos porque se te ocurrió morirte antes de tiempo, para fundirte a la fuente que te sostenía, para desaparecer envuelto en lo que amaste.

Yo también voy a buscarlo hasta el abismo, profesor, a este jodido fenómeno profundo e inasible. Yo también voy a gastarme en observar y entender esta mente encarnada, este cerebro inquieto que me empuja a acordarme de ti esta mañana de Mayo, análoga a la última, un poco menos fría, un poco menos lejos.

Y funcionará, y si no qué diablos, no dejaremos de buscar.

miércoles, mayo 03, 2006

en medio de algo



Estoy en medio de algo y no sé bien de qué.
Supongo que de la vida,
aunque, claro: en la mitad de la mitad, más bien.

Estoy cansado de que no llegue la lluvia, la estoy esperando hace varios días.
Cada mañana prendo unos segundos la tele solamente para ver qué dice debajo del relojito, y siempre algo así como 7º-23º, que me tengo que imaginar que son grados Celsius, pero ojalá que fueran Fahrenheit. Y que cayera agüita del cielo, de una vez ya cortémosla con este otoño al seco. Necesito sentir estos hilitos-cordelitos que enchufan el cielo y el suelo (y mi cara entremedio), que boten de una vez las hojas a montones para que lo árboles desnudos tomen la necesaria ducha.
Y el día se despierte.

Estoy en medio de algo, quizá de algo así como un sueño.
Tengo una amiga que es casi una antípoda,
también ella espera la lluvia, le gustan las paltas,
misma música, mismas películas, mismos poetas.
Misma marca de mate.

Misma universidad, misma sede,
pero unos años de desfase y con eso bastó para que jamás nos conociéramos, jamás nos viéramos en ningún lado, en ningún bar, en ningún concierto, para que no hiciéramos planes y bebiéramos cerveza en el café bárbara o en el da'noi juntos en las tardes cuando la lluvia otra vez no quiso venir, o incluso si hubiese venido.
Habríamos escrito poesía uno frente al otro sin enamorarnos,
o quizá enamorándonos,
pero yo creo que sin enamorarnos está bien.
Y quizá libros,
de pocas páginas,
o de muchas,
pero libros bellos.

De ese modo, mientras ella conduce rápido (también eso, por Dios) al Jumbo de Bilbao por las provisiones que le hacen falta (y se tienta a comprar té y un vino de esos tan ricos), va a su casa oye aquella música y abraza a su querido; a esa hora yo pido la cuenta si ha sido un día de buena suerte, y si ha sido de mala suerte recién me saco el delantal blanco, apago las luces del laboratorio y tomo la micro por Diagonal Paraguay/Bilbao para ver y abrazar a mi querida. El día corre cansado y ella piensa en comunicación y yo pienso en neurociencias, aunque en el fondo es otra cosa. Bueno, siempre es otra cosa, quizá la misma otra cosa.

La diferencia es que ella está en un momento de su vida y yo estoy en medio de algo.
No sé de qué. Digámosle una curva peligrosa, una cuesta, un puente de esos de metal que cruzan un río verde.
La vida va entre hacer canciones, el doctorado, conversaciones sobre la muerte, el corazón hermoso y dulce de la Ber, los cerebros de estos ratoncitos mutantes, la gente fantástica y chaladísima que he conocido en los últimos meses y con la que parece que nos agregáramos como fosfolípidos. Paraísos-como-micelas.

Siento que hay algo por venir, la lluvia entre otras cosas.
Pero algo más,
algo en medio de lo cual estoy
y como estoy en medio,
no veo.

martes, mayo 02, 2006

al borde de las lágrimas



¿Revolucionarios?
Qué van a ser revolucionarios estos cobardes de mierda, cuándo, con qué ropa.
Con esa polera del Che con que se cubren la cara de pendejos cobardes, no, ni cagando.

Un hombre que supone que semejante violencia contra los bienes públicos es una forma de llamar la atención sobre alguna problemática social es un tarado, y tarado es mucho: un baboso, con cueva una planaria.

Un saco de huevas que hace tanto daño y vulnera de este modo el esfuerzo que hace la nación (y nosotros somos la nación, estúpido, no el gobierno: nosotros!!) por tener calles, áreas verdes y paraderos de micro, es un verdadero hijoputa que se mofa abiertamente de los más pobres y de todos quienes se sacan (nos sacamos) la chucha trabajando o estudiando para tener el país que queremos.

Ojalá alguno de los conchasumadre que sacan los carteles de las calles, rompen los paraderos y apedrean a la gente llegue alguna veza leer esto, se pique y me escriba un mail. Yo feliz de mirarte a rostro descubierto y ponerte un combo en el hocico, pendejo de mierda.

Y sobre todo no porque me importen las cosas que rompen, los cajeros automáticos, las rejas, los paraderos, los carteles, las tiendas, los pacos. Incluso todo eso es poco comparado con la manera con que deslegitiman a todos los movimientos minoritarios, metiéndose a echar a perder toda demanda justa y haciendo mierda los sueños de los que verdaderamente creemos en otro mundo.

De todo corazón, váyanse a la chucha.
Los revolucionarios de verdad dan la cara y solo se la cubrirían por humildad.
No de maricones.