miércoles, febrero 27, 2008

(ir)realidad



Iba a partir diciendo "cuesta", cuando lo que quiero decir es que ME cuesta. Me cuesta situarme en mí mismo, en mi realidad, en quién soy, en las tareas por hacer (y la manera de vivirlas).
(Me) Da la impresión de estar sujeto de pies y manos, como los locos de las pelis, metido en el cachito de vivir mi vida: un poco asustado del futuro, un poco ansioso del presente. Sobre todo, cargado de una sensación de precariedad respecto de mí mismo, y vaya a saber uno si esto es un despertar de mi autoconciencia o un brote de esquizofrenia, pero me pesa perder a ratos la noción de quién soy, al margen de lo que hago.

Uno piensa que con las vacaciones se descansa y se recargan las pilas para volver a la aventura de vivirse una vida compleja, pero en vez de eso, si uno ha sido serio y se ha ido a la cresta a buscar aire físico y espiritual, se ha metido bien adentro en el bosque y se ha bañado en un lago de la patagonia, ha cocinado con fuego y ha estado horas mirando el cielo, entonces lo que queda es nostalgia. Una sensación de que la vida es eso y no los estudios de postgrado, la certeza de que hay mucho por escribir, por pensar, por leer, por cantar y que la vida no alcanza. La realidad se vuelve un psiquiatra que te ata las manos a la camilla, te mete un clonazepam y te convence que la vida es eso, que la civilización es la camilla y el clonazepam. Puras imágenes, claro, pero que transparentan la aspiración megalómana de esta realidad rara y chamullenta.

Yo no sé.
Hoy diría que lo real es las patitas en el lago helado, enfermar y sanar en medio de un bosque, mirar el cielo durante todo el día. Esas cosas. Ya veremos.