Necesariamente hubo que volver a leer, volver a unos poemas a los que no debe volverse, a una novela de Oé, a unas canciones, a unos correos que no deben volver a leerse. Todo eso fue primero.
Escribir fue respuesta. Como una posición que se adquiere invadido por un mundo interior y otro exterior que ya no más, y entonces queda escribir. Única opción. Y cantar lo escrito, y leerlo o enviarlo, vendrá después; pero primero esa escritura como vómito, como secreción indecible de un humor que el cuerpo ya no sostiene dentro (y quien sabe si "dentro" es lo que habría que decir) y entonces, escribir.
Y es cierto que uno paga algo escribiendo, que se salva de algo, de sí mismo, que "ni la pobreza parece atroz ni el poder una cosa deseable", que uno se muere por su cuenta al escribir. Pero lo mismo se moriría uno si en lugar de escribir se sentara en una plaza a contemplar la propia muerte, si se arrancara uno los ojos de miedo, si se atreviera a llorar a gritos, a beberse varias botellas de whisky, si uno se enterrara un sable japonés en vez de un libro.
Y algunos lo hacen, pueden hacerlo. Felices ellos.
A mí no me quedó otra. Yo escribí.
Escribir fue respuesta. Como una posición que se adquiere invadido por un mundo interior y otro exterior que ya no más, y entonces queda escribir. Única opción. Y cantar lo escrito, y leerlo o enviarlo, vendrá después; pero primero esa escritura como vómito, como secreción indecible de un humor que el cuerpo ya no sostiene dentro (y quien sabe si "dentro" es lo que habría que decir) y entonces, escribir.
Y es cierto que uno paga algo escribiendo, que se salva de algo, de sí mismo, que "ni la pobreza parece atroz ni el poder una cosa deseable", que uno se muere por su cuenta al escribir. Pero lo mismo se moriría uno si en lugar de escribir se sentara en una plaza a contemplar la propia muerte, si se arrancara uno los ojos de miedo, si se atreviera a llorar a gritos, a beberse varias botellas de whisky, si uno se enterrara un sable japonés en vez de un libro.
Y algunos lo hacen, pueden hacerlo. Felices ellos.
A mí no me quedó otra. Yo escribí.